La moralidad de la eutanasia

 

Por Mónica Ruíz Esquivel

 

Entre los temas médicos que han suscitado más polémica en los últimos tiempos se encuentran la eutanasia. El término euthanasia  se compone por las raíces griegas eu que significa “bueno” y thanatos que significa “muerte”. Este concepto ha sido utilizado en distintos contextos en los que se ha eliminado su significado original y se ha remplazado por significados que apoyan ideologías en muchas ocasiones reprobables. Existen por lo menos cuatro significados de la palabra eutanasia que se han manejado en distintos contextos históricos: 1) inducir la muerte a quienes están sufriendo; 2) terminar con la vida de quienes son indeseables; 3) dar atención a los moribundos; 4) dejar morir a las personas. Podemos decir que la definición (2) sólo hace referencia a una práctica discriminatoria, y que básicamente ha sido motivada en los últimos tiempos por los actos atroces cometidos durante la segunda guerra mundial, principalmente contra el pueblo judío; la definición (4), por su parte, sólo hace referencia al concepto de eutanasia pasiva, esto es, omitir o suspender acciones que podrían ayudar a conservar la vida de una persona. Esto significa que sólo las definiciones (1) y (3) se acercan a una definición de eutanasia como la que nos interesa destacar en este punto, a saber, la definición de eutanasia activa, aquella en la que el paciente fallece como consecuencia directa de una acción intencionada del médico, acción que responde al pedido expreso del primero; no obstante, la amplitud en el caso de la (1) y la limitación en el caso de la (3), nos obliga a buscar una definición más precisa que sea fructífera en la práctica médica actual. Sin embargo, y antes de aventurarnos a pensar cuál sería una adecuada definición de eutanasia en el ámbito médico, tal vez debemos preguntar si en el contexto de la sociedad mexicana resulta pertinente debatir sobre el tema de la eutanasia activa. Por ejemplo, por qué no conformarnos con lo que puede ofrecernos la eutanasia pasiva, esto significa, dejar morir al paciente de manera “natural”, eliminando toda intervención por parte del médico, así como del soporte vital, pero sin causar una acción intencionada para provocar la muerte.

 

Considero que hablar de la eutanasia activa es, probablemente hoy más que nunca, relevante porque el interés humano por pensar la propia muerte no se limita a ser parte de la agenda de un paciente que se encuentra en condiciones médicas delicadas, sino que forma parte en la vida de cualquier agente racional. Aunado a esto, los problemas que suscitan las preguntas planteadas también pueden verse reflejadas en las actitudes fuertemente opositoras con respecto a la eutanasia activa por considerarla una afrenta al valor de la vida humana, esto es, por considerar que aquellos individuos que desearían se les aplicara la eutanasia por encontrarse bajo sufrimiento intolerable medicamente reconocido, en realidad no están actuando en pos de su bienestar. Esta postura es defendida, entre otros, por aquellos que defienden la “santidad de la vida”, esto es, que defienden que la vida biológica tiene un valor intrínseco y absoluto y que, por ello, la persona no tiene derecho a decidir terminarla bajo ninguna circunstancia. Incluso la Asociación Médica Mundial (AMM), instancia que debiera mantenerse desvinculada de este tipo de posturas y mantenerse abierta al diálogo, define a la eutanasia (activa) como el acto de terminar deliberadamente la vida de un paciente, incluso ante la petición de éste,  y por ello, la concibe como una práctica que va en contra de los principios éticos de la medicina.

 

Una mirada detallada a esta última definición ofrecida por la AMM nos puede ayudar a comprender por qué se le observa como una práctica no ética o inmoral. En primer lugar, la definición nos habla del acto de terminar deliberadamente con la vida de un paciente, incluso si el paciente mismo lo pide. Sin embargo, el “incluso” parece indicar que el médico, o cualquier otro agente, podría deliberadamente acabar con la vida de un paciente, aunque no sea a petición de éste. Ello, claramente, sería un asesinato, es decir, un acto inmoral. En segundo lugar, nos encontramos ante el grave problema de que esta definición no especifica bajo qué circunstancias la petición del enfermo puede  considerarse moralmente permitida. Por supuesto, esto último puede parecer una consideración fuera de lugar en tanto que la definición está enfocada en recalcar el carácter inmoral de dicha práctica.

 

A diferencia de la definición de eutanasia que nos proporciona la AMM, si tomamos en cuenta una definición que dé prioridad a la autonomía del paciente para decidir sobre sí mismo, entonces se vuelve necesario buscar otro concepto de eutanasia que dé cuenta del derecho de los pacientes a solicitarla bajo determinadas circunstancias. Por tal motivo, presento la definición que nos ofrece la bioeticista Asunción Álvarez: la eutanasia (activa) es el acto o procedimiento, por parte de un médico, para producir la muerte de un paciente, sin dolor, y a petición de éste. Bajo esta definición, la eutanasia se convierten en la oportunidad que tiene una persona para elegir, sin coerción de ningún tipo, adelantar su muerte para aliviar el dolor físico y psicológico que le produce tener una enfermedad incurable o una enfermedad degenerativa o limitante que le produce los mismos efectos; además de poder tomar la decisión bajo la certeza de que su muerte llegue de forma rápida e indolora gracias a los conocimientos de su médico.

 

Finalmente, consideramos que un paciente debe tener la posibilidad de elegir cómo morir, por ello es importante que no entendamos a la eutanasia como un genocidio basado en una especie de teoría de la conspiración contra los más vulnerables, o como una libertad irrestricta por parte de los pacientes para solicitar a su médico cualquier acción que no se corresponda con los fines propios de la medicina. No obstante, si bien uno de los fines de la medicina, tal vez el principal de ellos, es el de curar y con ello preservar la vida del paciente, también el reconocimiento de que hay situaciones médicas en las que esto ya noes posible nos invita y obliga a reflexionar acerca de aquello que hoy en día debemos validar como fines últimos de la medicina.